El arbitraje es un proceso no judicial para la resolución de conflictos en el que un tercero independiente (a menudo un experto en la materia) toma una decisión vinculante. El árbitro desempeña un papel similar al de un juez, aunque los procedimientos de arbitraje suelen ser menos formales y están diseñados para adaptarse a las necesidades de las partes.
Algunas cosas que Cremades nos dice y que hay que tener en cuenta cuando se considera la posibilidad de recurrir al arbitraje para resolver el asunto:
1. Las partes deben estar de acuerdo con el arbitraje
El arbitraje es consensuado y no puede iniciarse sin el consentimiento y la voluntad de participar de todas las partes.
Las partes pueden optar simplemente por someter su disputa al arbitraje. Sin embargo, a menudo la base para que las partes se sometan al arbitraje se encuentra en el propio contrato comercial o de arrendamiento, si éste contiene una cláusula de arbitraje. Asegúrese de comprobar el contrato para ver si contiene dicha cláusula.
2. Elegir dónde se va a arbitrar
El contrato puede establecer que la ley que rige el acuerdo es de una jurisdicción concreta, pero que el arbitraje puede tener lugar en otra. La elección de la jurisdicción tiene una importancia fundamental a la hora de considerar la elección del derecho procesal, la ubicación de las partes y de los bienes materiales, y la disponibilidad de árbitros expertos.
3. Elegir el perito
Por lo general, las partes pueden especificar que el árbitro tenga conocimientos y experiencia particulares en el campo pertinente, o que sea miembro de un organismo industrial o comercial reconocido.
Los árbitros tienen la misma autoridad legal que un juez y también pueden tener experiencia profesional. Una vez más, esto es distinto de los procedimientos judiciales, en los que un juez puede no tener un conocimiento particular de la materia y, en su lugar, se basa en las pruebas de cualquier experto.
4. Las partes tienen el control del proceso
Al tratarse de un proceso consensuado, las partes tienen un control mucho mayor en comparación con los procedimientos judiciales tradicionales (en los que las partes suelen depender de la disponibilidad del poder judicial).
Sin embargo, hay que tener en cuenta que el arbitraje se basa en la buena fe y la cooperación de las partes. Mientras que los tribunales tienen varios poderes para aplicar sanciones a las partes que no cumplen, un árbitro no tiene poderes equivalentes.
5. El arbitraje es privado
Todas las pruebas, las audiencias y el laudo son confidenciales, lo que constituye una ventaja fundamental para muchas partes comerciales. A diferencia de los tribunales, el público y los periodistas no pueden enterarse del arbitraje ni asistir a la audiencia.
6. No hay recuperación automática de costes
Las partes pueden acordar otorgar al árbitro la facultad de dictar un laudo sobre las costas, de modo que la parte perdedora deba pagar las costas de la parte ganadora, o bien pueden simplemente acordar compartir los costes del arbitraje.
Aunque el arbitraje puede dar lugar a una recuperación de costes más favorable que la que se conseguiría en los tribunales, no debe suponerse que el proceso sea en general menos costoso que los procedimientos judiciales.
7. El arbitraje da seguridad
La decisión del árbitro será definitiva, a menos que cualquiera de las partes opte por recurrir la decisión cuando esté abierta a ello. Las partes pueden acordar en el acuerdo de arbitraje que ninguna de ellas pueda recurrir.
8. Motivos de impugnación de la decisión
La parte que desee recurrir un laudo, deberá demostrar
I) Incompetencia;
Ii) Irregularidad grave en el procedimiento; o
Iii) Que el árbitro se equivocó en un punto específico de derecho (en caso de error legal, las partes pueden apelar).
9. Un proceso más rápido y eficaz
En comparación con los procedimientos judiciales tradicionales (que a menudo pueden tardar varios años en concluirse), el arbitraje se considera un medio más rápido y eficaz de resolución de conflictos. Los honorarios de los árbitros pueden ser fijos y, excepcionalmente, a veces las decisiones pueden tomarse sólo sobre los «papeles» (es decir, sin una audiencia formal). Por lo tanto, el proceso de arbitraje está mucho más orientado a las necesidades de las partes, y los costes pueden gestionarse de forma más eficiente.